frases graciosas para anillos de boda

DETALII PROIECTE
4 septembrie 2015

frases graciosas para anillos de boda

Por falta menos grave que la de Luzbel, que no alcanzó proporciones de «caída», un ángel fue condenado a pena de destierro en el mundo. Le hacía regalos; trabajaba día y noche para que tuviese su ropa maja y su mantón y sus aretes, y sobre todo…. Parece que le espeté atrocidades tremendas. Gordos y lucios los crió, y alegres y vivarachos, y con un pelaje ceniciento tan brillante que daba gozo; y no queriendo dejar lo divino por lo humano, prodigó a sus vástagos avisos morales, sabios y rectos, y los puso en guardia contra las asechanzas y peligros del pícaro mundo. Y la timidez, en bastantes casos, se cura con la confianza; pero la hay crónica e invencible. ¡No faltaba más! ¿Que cómo hice la atrocidad, el cobarde asesinato de Ortiz? Aunque era, según supe después, esposa del jefe de la tribu, su vestimenta se componía de una falda muy vieja y un casaquín desgarrado, por cuyas roturas salía el seno, y en lugar de los fantásticos joyeles del misterioso tesoro, adornaba su cuello una sarta de corales falsos. La Junta directiva sólo excluía rigurosamente a las mujeres notoriamente indignas; y figúrense ustedes el espanto de la concurrencia cuando, la noche del lunes de Carnaval, empezó a esparcirse la voz de que estaba en el baile enmascarada y del brazo de un socio, la célebre Natalia, por otro nombre la Bicha (la Culebra); le daban este apodo por su fama de mala y engañadora o, según otros, porque tenía la cabeza pequeñita, la tez morena aceitunada y el pelo casi azulado de puro negro; señas de cuya exactitud pudimos cercionarnos todos, como verán ustedes. Son más desventurados que el mendigo que pide limosna; más que el sentenciado que, en su cárcel cuenta las horas que le quedan de vida horrible… Son desventurados porque tiene dislocada el alma, y les duele a cada movimiento…. Tan guapa era Manuela la cortijerita como Jacinta la dama. El poeta se dolía de que la pureza y la hermosura de la niña de la ventana no se hubiesen hecho para él, que era un réprobo. ¡Lo que nos divertiremos en Ávila! Y al dejar escurrir las lágrimas, sin cuidarse de reprimirlas ni de secarlas con el blasonado pañuelo, lloraba la juventud, la ilusión, la misteriosa energía vital de los años primaverales… Nunca volvería el pastorcillo a enviarle el divino rayo. O que su presencia será un recuerdo que atesorarán siempre. Recta faja dorada franjeó el horizonte; poco a poco la bruma se rasgó y fue absorbiéndose en la clara pureza del cielo, por donde el sol ascendía como una rosa de oro pálido; los pajaritos saludaron su gloriosa luz con un himno de alegría alborozada y triunfal, y sobre la hierba, aljofarada aún de rocío, como sobre una red de diamantes, mostróse pasando con aristocrática delicadeza y remilgada precaución la hermosa gata blanca. Manuelita no había existido nunca, sino por la pasajera realidad que le comunicó su parecido con «la otra» -respondimos algo impresionados, reflexionando a pesar nuestro. En aquel tiempo no había prensa que escudriñase misterios, y la coincidencia de la desaparición del conde y la del casero y su hija, la linda moza, dio pie a que se sospechase que el esposo de doña Magdalena vivía muy a gusto en algún rincón de esos que saben buscar los enamorados. A pesar de la natural emoción, al vestirme el traje blanco reparé una vez más en el soberbio volante de encaje que lo adornaba, y era el regalo de mi novio. ¡Espere usted, espere usted, que si no fuese más…! Antes que consiguiese ridiculizarme, la infamé. ¡Mírame y después… ya no tendrás que volver a mirarme nunca! Comprendiendo que tan aristocrático dominó no querría permanecer en el baile pasadas las primeras horas de la noche y evitaría el momento de las cenas y de las cabezas calientes; seguro de que sólo había venido allí para marcarme, y logrado este objeto desaparecería, adiviné que toda su estrategia era batirse en retirada hacia la puerta, y cortándole la salida la atrapaba de fijo. -Estaría loco -dijimos, a fin de consolar al sacerdote, que se había quedado muy abatido al terminar su relato. Sólo que Mercedes me sorbía el seso, y cuando la sentía acercarse a mí, la sangre me daba una sola vuelta de arriba abajo y se me abrasaba el paladar, y en los oídos me parecía que resonaba galope de caballos, un estrépito que me aturdía. Empezó, pues, a recorrer calles y callejuelas. Cuando comprendió su estado, cuando interpretó su afán, se horrorizó de una inclinación tan culpable y se propuso esconderla, como se esconde la mancha y la vergüenza, y no dejar asomar por ningún resquicio ni reflejos de la hoguera que le consumía la médula de los huesos. El único lugar abierto en la plaza era una tienda de leche al lado de la iglesia donde estaban los gemelos Pedro y Pablo Vicario que tenían 24 años (y eran difícil de distinguir). Y Marta quedó tranquila, dueña de su hogar, libre de sustos, de temores, de alarmas, y entregada a la compañía de la grave y excelente reflexión, que tan bien aconseja, aunque un poquillo tarde. Y, loco de gozo, el rey se avino a todo, hasta a respetar el misterio de aquella vista prodigiosa que había empezado a devolver a su hija la salud. Es de advertir que Pablo Roldán estaba casado, y con dama tan principal, moza, hermosa y elegante, que se llevaba los ojos y quizá el corazón de cuantos la veían. Bajo el influjo de ilusorios remordimientos le ha contado a su marido «todo»…. A propósito del sistema parlamentario, que le fastidiaba mucho, dice que mientras nadie se queja de lo que no escoge, todo el mundo rabia con lo que escogió; que rara vez nos mostramos descontentos de nuestros padres ni de nuestros hijos, pero que de los cónyuges y de los criados siempre hay algo malo que contar. Irene sufrió una fiebre de septenarios en que estuvo desahuciada; así que convaleció, entró en este convento, lo más lejos posible de A***. Me arrojé a cerrarle el paso, y a mis primeras palabras suplicantes y rendidas contestó con el chillón falsete habitual en las máscaras, rogándome, por Dios, que la dejase, que no me opusiese a su marcha y que no insistiese en acosarla así. El criado abrió las maderas del gabinete, en cuyo ambiente flotaban esencias y olor de cigarro. a vista de todos, al que le había engañado. Marta debió de haber reflexionado que el que posee un hogar, fuego en él, y a su lado una madre, una hermana, una esposa que le consuele, no sale en el mes de enero y con una tormenta desatada, ni llama a puertas ajenas, ni turba la tranquilidad de las doncellas honestas y recogidas. De igual forma, en la entrada de la recepción se puede ubicar un pizarrón o un cartel o en los centros de mesa cartelitos que con frases de agradecimiento para boda como: ¡Gracias por acompañarnos en nuestra boda! Es cierto que al acabar me dio no sé qué arrechucho o qué vértigo de locura. Saltó en astillas la cubierta y metí la mano febrilmente en los cajoncitos, revolviéndolos ansioso. También es que me pareció bonito referirla en el mismo escenario del drama que esta historia encierra. -Mala por cierto… Pero creo que si todas las mujeres hablasen lo que piensan, como hice yo por culpa del champagne, más de cuatro y más de ocho se verían peor que esta individua. No necesité más para confesar de plano mis gestiones, y Cardona, sonriendo, aunque algo alterada su sonora voz, me dijo: -Has de saber que cuando fui a casa del marqués de Cazalla, ya llevaba yo ciertos barruntos y sospechas de la alucinación de Leonor, de la cual me convencí plenamente después. Decidimos que este ojeo principiase un miércoles por la mañana, y apenas despachadas las migas y el chocolate, salimos a cabalgar nuestros jacos, que nos esperaban a la puerta, entre el tropel de las escopetas negras y la gresca y alborozo de los perros. Se alababa también su juicio, su viveza, su agrado, que no era coquetismo, y su alegría, tan natural como el canto en las aves. Micaelita se limitaba a decir que había cambiado de opinión y que era bien libre y dueña de volverse atrás, aunque fuese al pie del ara, mientras el «sí» no hubiese partido de sus labios. -Hija, por ahora no encuentro mucho de particular en tu historia. Pensó, sin duda, la inconsiderada señora que Trifón, habiéndose mirado al espejo, sabría de sobra que era un monstruo; y, ciertamente, Trifón, se había mirado y conocía su triste catadura; y así y todo, le hirió, como hiere el insulto cobarde, la frase que le excluía del número de los hombres; y aquella noche misma, revolviéndose en su frío lecho, mordiendo de rabia las sábanas, decidió entre sí: «Ésta pagará por todas; ésta será mi desquite. -Me extraña que no sepa usted la historia de esos retratos; ¡en poblaciones como Goyán, cada quisque mete la nariz en la vida del vecino, y glosa lo que ocurre y lo que no ocurre, y lo que no averigua lo inventa! Le profesaba una ternura sin límites; no hacía nada sin consultarla, no daba un paso que ella no me aconsejase no veía sino por sus ojos…, pero todo fraternal, todo muy tranquilo. -Tan bien… -añadió el Don Juan sombriamente-, que a los seis meses mi sobrina enfermó de pasión de ánimo, y a los diez, en la agonía, me llamó para despedirse de mí y decirme al oído que…. ¡Esta información seguro les dará ideas! A la calle de Postas…, a la plazuela del Ángel…, a la Carrera…. Es la adaptación de la novela homónima publicada en 1936 por Margaret Mitchell. ¡Qué simpático remojarse en el limpio arroyuelo que bañaba de aljófar las raíces de sauces y mimbreras! A toda costa deseaba eternizar su ensueño, ver siempre a Estrella con rostro murillesco, de santita virgen de veinte años. tan pronto. Aunque en su momento fue un fracaso en la taquilla, hoy se considera a El mago de Oz como una de las mejores cintas en la historia del cine. Se escribieron desde el día siguiente, y vino esa época de ventaneo y seguimiento en la calle, que es como la alborada de semejantes amoríos. Al punto en que con más furia se desencadenaban los elementos, oyó Marta distintamente que llamaban a su puerta, y percibió un acento plañidero y apremiante que la instaba a abrir. Aquí se detuvo Ramiro, y vi que se alteraba más profundamente su rostro. Introducción Algunas veces no se han preguntado, por qué Harry Potter siempre está en el lugar y momento preciso para encontrar y escuchar conversaciones importantes? La estampa de mi tía no convidaba a que uno abriese la boca y se zampase el confite: muchos años, la dentadura traspillada, los ojos enternecidos más de los justo, unos asomos de bigote o cerdas sobre la hundida boca, la raya de tres dedos de ancho, unas canas sucias revoloteando sobre las sienes amarillas, un pescuezo flácido y lívido como el moco del pavo cuando está de buen humor… Vamos que yo no tomaba las bolitas, ¡ea! Participa en la 81ª edición del sorteo de Matrimonio.com.co. Doña Peregrina manoteó, protestó, bufó, me insultó y, al fin se echó a llorar como una fuente. A fin de animar la tertulia, se me ocurrió leer en alto versos y novelas románticas. Procuróse un pedazo de cristal, y así que pudo volver a deslizarse en el recinto por la cueva, enfocó el cristal de suerte que, recogiendo en él un rayo de sol, supo dirigirlo hacia la princesa. Una tarde, casi anochecido, Ríopardo, volviendo de arreglar asuntos urgentes en la Aduana, prefirió entrar en su casa por la puerta trasera, que caía a la Marina, ahorrándose así diez minutos de callejeo inútil, pues era, a fuer de hombre de acción, avaro de tiempo. El viento silbaba medroso y airado, la lluvia caía tenaz, ya en ráfagas, ya en fuertes chaparrones; y las dos o tres veces que Marta se había atrevido a acercarse a su ventana por ver si aplacaba la tempestad, la deslumbró la cárdena luz de un relámpago y la horrorizó el rimbombar del trueno, tan encima de su cabeza, que parecía echar abajo la casa. Ya ves: quien hablaba por mi boca era el maldito espumoso…. Apenas nombré el convento de las Claras e indiqué la especial impresión que me causaba el mirar de la monja, mi guía exclamó: -¡Ah! Llegó a su morada seguida de una turba de pilluelos que le arrojaban barro y piedras. Hasta el aguardar a tener posición para fundar familia lo encuentro loable en él. Ya lo creo, ya lo creo… Tiene un «no sé qué» en los ojos… Lleva escrita allí su historia. Al principio, el viajero parecía obediente, afectuoso, zalamero, humilde; pero fue creciéndose y tomando fueros, hasta no haber quien le soportase. Ríopardo sustituía al teatro y a otros goces de la civilización; y los turrones y los quesos, y los higos de Esmirna eran el pecadillo dulce de las pacíficas amas de casa y sus sedentarios maridos, por lo cual no faltaban censores malhumorados y flatulentos que acusasen a Ríopardo de haber corrompido las costumbres y trocado la patriarcal sencillez de las comidas en fausto babilónico…. Y el Destino, que con las sábanas de la cuna empieza a tejer la cuerda que ha de ahorcarnos, hizo que en ese mismo pueblo viese la luz, algunos años antes que Irene, el famoso poeta…. y no me olvides así…, tan pronto…. Las canas rafagueaban el negro cabello de Agustín, cuando en uno de sus viajes entró una señora con dos señoritas en el mismo departamento. Las otras… se vienen a las manos. La edad viril -¿pueden llamarse así a los treinta años de un escuerzo?- disipó estas quimeras de la juventud. No sé qué fue más pronto, si romper el chico en llanto desconsolador o entrar en la tienda el jefe de la tribu, un arrogante bohemio de enérgicas facciones y pelo rizado en largos bucles; y sin encomendarse a Dios ni al diablo, profiriendo imprecaciones en su jerigonza, soltarle a su mujer un feroz puntapié que la echó a tierra. Cierto día, de espeso matorral salieron algunos disparos al paso de la columna que Teodoro mandaba. ¿Qué tal? Todos seguíamos con los ojos a la máscara sospechosa, y la indignación fermentaba. Hablaban del Cielo, y diríase que al nombrarlo lo veían ya; de tal suerte se iluminaban sus ojos y resplandecía en sus rostros la beatitud y la fe que transfigura. «A… a la Virgen María…» «¡A la Virgen María!», repetí yo, atónita. Desafiando a la edad, conservaban, por caso extraño, su fuego, su intenso negror, y una violenta expresión apasionada y dramática. ¡Paso a la justicia, paso!… Dejó de amarme, y no me creí con derecho ni a la queja; quiso a otro, y únicamente le rogué que no me entregase a la risa del mundo… ¡Ya sabes cómo atendió a mi ruego… ya lo sabes! La mujer es capaz y responsable, y vean cómo realmente, pareciendo tan bonachón, soy más rígido que ustedes, los celosos extremeños. Otra de las frases de películas famosas que se ha parodiado cientos de veces. Es parte del discurso que pronuncia Charles Chaplin en el discurso de El gran dictador. De día, desde las seis de la mañana, al pie del cañón, haciendo limpiar y asear, pesando, despachando, cobrando; de noche, compulsando registros, copiando facturas, contestando cartas…, y así, sin descanso ni más intervalo que el de algún corto viaje a Barcelona y Madrid. no se queda ya a la puerta! Si están planeando un matrimonio virtual, les damos 7 ideas sobre cómo pueden involucrar a sus invitados durante la transmisión online. Cuando estudiaba carrera mayor en Madrid, todos los jueves comía en casa de mis parientes lejanos los señores de Cardona, que desde el primer día me acogieron y trataron con afecto sumo. La temperatura era, como de mediados de septiembre, templada y deliciosa. -Dígale usted -objetó el jinete apeándose- ¡que es don Lorenzo Mendoza!… Puede ser que entonces…. En cambio, su mujer demostraba una alegría y animación exageradas y febriles, y se entregaba más que nunca al mundo y a las fiestas. María le arregló el cuarto -porque Germán vivía con sus patronos en el piso principal-, le surtió de un buen lavabo, de toallas; le repasó la ropa blanca y le compró cuellos y puños, con lo cual el dependiente sacó a luz su figura adamada, su rubio pelo rizado con gracia sobre la sien, y las criadas y las mismas señoras compraron de mejor gana en el establecimiento, que al fin las cosas de bucólica gusta recibirlas de gente aseada, moza y no fea… «También se come con la vista», solían decir. Yo le leía en un gran misal, o tocaba el laúd, y ella se dignaba sonreírse agradeciéndome el placer que le causaban mis canciones y lecturas. Lo cierto es que mientras Don Juan galanteaba por sistema a todas las mujeres, con Estrella hablaba en serio, sin permitirse la más mínima insinuación atrevida; y que mientras Estrella rehuía el trato de todos los hombres, veníase a la mano de Don Juan como la mansa paloma, confiada, segura de no mancharse el plumaje blanco. No acertaba a creer que joya tan codiciada y espléndida le perteneciese; no podía convencerse de que iba a ostentarla. Trasladado el herido al hospital, se vio que tenía destrozado el hueso de la pierna -fractura complicada, gravísima-. 2. al girar de una pupila ¡Ay, madre!, desde que la contemplé, sólo en ella pienso. Y, cosa rara, si de chiquilla, al verme, se deshacía en fiestas y se volvía loca de gozo, ya de mujercita no parecía sino que la afligía mi presencia. Es la frase mítica de Sherlock Holmes, una que además se repite en todas sus adaptaciones cinematográficas. (Nombre y apellido) y acompañante”. La frase la pronuncia M. Gustave (Ralph Fiennes) a su aprendiz Zero (Tony Revolori). -tartamudeó mi mujer echando mano a sus orejas y palpando los aretes. Iban llegando cajones con ropa blanca, trajes de seda, capotitas, estuches de joyas. Uno de ellos hincó los dientes en la pierna desnuda de la mujer, que dio un chillido. Ella y él, fascinados por el propio sueño, hicieron de la pasión el único ideal de la existencia y aspiraron a un amor grande, profundamente estético, ardiente y resuelto como si fuese criminal; noble y altivo como si fuese legítimo; puro a fuerza de intensidad, abrasador a fuerza de pureza. Procuraré recordar el mismo lenguaje de que él se sirvió, y no omitiré las repeticiones, que prueban el trastorno de su mísera cabeza: -Padre confesor -empezó por decir-, ante todo sepa usted que yo soy un hombre decente, todo un caballero. Todo cuanto yo hacía era mal hecho, y tenía siempre detrás al juez y al espía…: la madrastra. Repugnábame emplear la fuerza y proceder como procedería un patán, y además, exaltado ya mi amor propio (a falta de otra exaltación más dulce y profunda), quise deber al cariño y sólo al cariño de la hermosa la clave del enigma. Escribir los nombres y títulos en invitación formal4. Con esta primera selección de frases para invitaciones de boda o fragmentos extraídos de obras literarias podrán tener unas tarjetas distintas y, sobre todo, que dejen un mensaje … Renunciando a sus galanteos y aventuras, olvidando el juego, las burlas y los desafíos, pareció otro hombre. ¿Ya te han enviado allá a ti también? No quería afligirla ni espantarla. Me diréis que la santita tenía derecho a buscar felicidades reales y goces siempre más puros que los que libaba sin tregua su desenfrenado ídolo. Las muchachas nada agradecen. ¿Qué edad contaría yo a la sazón? Comprenderán ustedes que no existe deber más penoso: ir a darle en público un bofetón a una mujer…. Cuando Trifón se resignó a no pasar nunca de maestro de música a domicilio, tuvo un ataque de ictericia tan cruel, que la bilis le rebosaba hasta por los amarillentos ojos. Contenidos los perros, cuando volvimos la cabeza la gitana ya no parecía por allí. -Todos lo somos… -declaró Donato-. Pero no lo podía remediar. Por fin lo saqué de debajo de la almohada y lo deslicé entre la camisa y la carne, sobre la tetilla izquierda, donde al día siguiente se podían ver impresos los cincelados adornos del marco. Es decir, esto me lo dijeron luego, porque yo, de puro borrachita, ¿sabes?…, de nada me enteré. Ya no tengo panacea; ya mi remedio ha perdido su eficacia; sírveme de remedio tú; quiéreme mucho, y viviré. Un tesoro así debiera hacer vigilante a su guardador; pero Pablo Roldán, no sólo alardeaba de confianza ciega, rayana en descuido, sino que declaraba que la vigilancia le parecía inútil, porque, no juzgándose «propietario» de su bella mitad, no se creía en el caso de guardarla como se guarda una viña, un huerto o una caja de valores. La frase la pronuncia el teniente coronel Kilgore (Robert Duvall) a un grupo de soldados luego del bombardeo del enemigo. El desierto no era el alma ajena, era su alma. No éramos él ni yo precisamente unos anacoretas, pero tampoco unos perdidos; muchachos alegres, y nada más. En la centenaria selva que rodeaba la fortaleza, ni los cazadores se resolvían a internarse, temerosos de ser cazados. Aún hoy me asombro del fulminante efecto que la contemplación de aquella miniatura me produjo, y de cómo me quedé arrobado, suspensa la respiración, comiéndome el retrato con los ojos. Y sucedió que éste, cuando bajó, ya descansado y sonriente, a tomar el desayuno, nada habló de marcharse, ni tampoco a la hora de comer, ni menos por la tarde; y Marta, entretenida y embelesada con su labia y sus paliques, no tuvo valor para decirle que ella no era mesonera de oficio. Para dar respuesta a como marcar tarjetas y cómo van los nombres en las invitaciones de boda es preciso que tengan en cuenta si alguna de sus amistades o allegados ostentan algún título o rango militar. Una frase con doble sentido que complementa la atmósfera de pasión y erotismo que recrean Marie (Lauren Bacall) y Harry (Humphrey Bogart). Te encantará entonces nuestra selección de mejores frases de películas famosas. Aquellos cajones eran para mí un museo. Si tú eres de los que creen que la venganza pertenece a Dios, apártate de mí, porque no nos entendemos. Hacia febrero o marzo se habló de que la recién casada sufría una grave enfermedad; pero casi se supo el mismo tiempo el mal y la mejoría. En cuando a lo demás…, a esas figuraciones de usted… Los hombres…. Obtuvo 14 candidaturas a los Óscar (de los cuales obtuvo 6). Es el momento cumbre de la aclamada película de Stanley Kubrick. Cierta mañana esparcióse por M*** la nueva de que el capitán Ortiz había sido encontrado muerto, con un balanzo en el pecho y otro en la cabeza, casi a las puertas de su domicilio, cerca de la esquina donde se abría la callejuela lóbrega. Me situé en acecho, con tal fortuna, que al cuarto de hora de espera vi asomar a la encapuchada del verde dominó, la cual, mirando a uno y otro lado, como recelosa, exploraba el terreno. El crimen era horrible. Buscando luego a sus padres, les declaró con voz firme y serena que había renunciado por su gusto y deliberadamente, a casarse con Lorenzo Mendoza, al cual no volverían a ver más, porque salía aquella noche en el tren correo hacia Madrid. Cuando le preguntaban en qué consistía su mal, contestaba lacónicamente: «No lo sé» Y era cierto; pero al fin lo supo, y al saberlo le hizo mayor daño. -Habrá comodidad suficiente para ti -advirtió-, porque el padre de mi Jacinta tenía cariño a ese sitio y lo visitaba de vez en cuando, aunque Jacinta nunca ha puesto allí los pies, ni yo tampoco. El marqués, a quien hice pasar mi tarjeta, me recibió al punto en artístico fumoir y a las primeras palabras relativas al asunto que motivaba mi visita, se encogió de hombros y pronunció afablemente: -No me sorprende el paso que usted da; pero le ruego que me crea, y le empeño palabra de honor de que es la pura verdad cuanto voy a decirle. No se arrojó; no dio la más leve muestra de cólera o pesadumbre, al contrario, siguió curioseando y alabando las galas bonitas, revolviendo y mezclando los objetos colocados más cerca, deteniéndose y obligando a su mujer a que se detuviese y reparase el mérito de cada uno. Eran tan gratas a Don Juan estas cartas, que había determinado no volver a ver a su prima nunca, temeroso de encontrarla desmejorada y cambiada por el tiempo, y no tener luego ilusión bastante para sostener la correspondencia. Gustábame mucho -después de que mi tía se largaba a la iglesia a hacer sus devociones vespertinas- colarme en su dormitorio y revolverle los cajones de la cómoda, que los tenía en un orden admirable. Disfruta de las mejores series, películas, información de la programación, vídeos exclusivos, imágenes… y mucho más… The Walking … ¿De qué? -¡Bruja condenada! Pero el viejo, tranquilo y hasta desdeñoso, pidió al rey un plazo breve; faltábale por enseñar a la princesa una vista, una sola de su panorama, y si después de contemplarla no se sentía mejor, que le ahorcasen enhorabuena, por torpe e ignorante. Esmerábase Leonor en presentarme los platos que me agradaban, mis golosinas predilectas, y con sus propias manos me preparaba, en bruñida cafetera rusa, el café más fuerte y aromático que un aficionado puede apetecer. ¡Qué coincidencia! La frase se completa con las siguientes palabras: En el nombre de Dios. Si piensas en películas de suspenso psicológico inevitablemente tienes que pensar en El sexto sentido. Santiago «volvió tendido»… Perdí a la vez mis dos amigos, porque el matador, si no enloqueció de repente, como pasa en las novelas y en las comedias, quedó en un estado de perturbación y de alelamiento que fue creciendo cada día. ¡Misterio irritante y tentador! Al cuarto de hora, no pudiendo contener la impaciencia, entró, y notó con transporte una singular variación en el aspecto de la enferma; sus ojos relucían; un ligero sonrosado teñía sus mejillas flacas; sus labios palpitaban enrojecidos, y su talle se enderezaba airoso como un junco. Me llegó a dar vergüenza besarla, imaginando que se enojaba de mi osadía, y solo la apretaba contra el corazón o arrimaba a ella el rostro. Una tarde resonó el aldabón de la portalada con los golpes que daba un jinete, que regía un caballejo castaño. por ahí…. Halagado por mi interés, me abrió de par en par el archivo de su feliz memoria. Iba ella del brazo de un hombre: su marido. Don Juan, creyendo en su abnegación eterna, era, de los dos, el verdadero soñador. De pronto, como quien adopta una resolución súbita y firme, púsose en pie, se envolvió en un ancho capuchón de lana oscura y salió a la calle, que raras veces pisaba, convencida de que el retiro es la salvaguardia del recato. “La figura del comerciante y benefactor lepero, Baltasar Rodríguez de los Ríos: 1543-1620”, Ana Ruiz Gutiérrez. un señor tan digno, un señor tan virtuoso…», dicen que silbaba la Culebra, empezando insensiblemente a enroscarse… De aquí al vasito de agua, al ofrecimiento de éter o vinagre, al abanicamiento con un periódico, a contar una larga historia, a ser escuchada y compadecida, visitada después, a enlazar con el primer anillo, a deslizarse, a abrazar ya con las roscas flexibles el pecho, la cabeza y el cuerpo todo…. Una faja de lana unía su cintura a la de un mocetón feo y tosco, muerto también, de un balazo que, entrando por el oído, había roto el cráneo. -Oigan -suplicó Donato- no mis razones, sino la historia muy verdadera de un amigo mío que se ha muerto en el extranjero, porque no logrando aliviarse de un delito amoroso, se dedicó a viajar, y en Roma una fiebre palúdica, lo que allí conocen por malaria, le curó la enfermedad de vivir. «Reconozco -decía mamá- que mi sobrino es muy simpático, que ha recibido una educación escogida, que posee una ilustración más que mediana; no puede negar su hermosa figura, ni su clara inteligencia, ni su caballerosidad; tiene mi sangre, no le faltan bienes de fortuna…. ¿Algo que manche su honra? Cuando la muchacha se lamentaba de esto, Germán se vindicaba plenamente; había que pensar en el porvenir; ya sabía Amelia que un día u otro se casarían, y no debía fijarse en menudencias, en remilgos propios de los que empiezan a quererse. ¡que obran en archivos judiciales! De eso se ve todos los días; ni valdría la pena de contarlo. Ya había yo visto aquí y acullá estampas que representaban mujeres bellas. Desde que coleccionaba sellos soñaba también con viajes de circunnavegación y países desconocidos, a lo cual contribuía mucho el ser decidido admirador de Julio Verne… Aquella noche realizó dormido una excursioncita breve… a Terranova, al país de los sellos hermosos. -Pero, chiquillo…. es decir, «nada»…; pero «todo» para ella; y el marido ha venido aquí como usted, sólo que más enojado, naturalmente, a pedirme cuentas, a querer beber mi sangre. Al volver, pasados cinco años, tuve curiosidad de saber qué había sido de la esposa del capitán Ortiz…, y aquí de lo que decíamos; supe que vivía tranquila, casada en segundas nupcias con un acaudalado caballero. En pos del viejo y el borriquillo, entró el mozo también. ¿Bombones? al «mismo tiempo»…. Esta es una de las tantas que podemos rescatar de la cinta ganadora del Óscar por mejor guion original. 1. Nuestra taza personalizada más superventas: la taza cerámica blanca. selva oscura. Lo primero que sintió al poner en él los pies fue dolorosa impresión de soledad y aislamiento. ¡Mi marido, cuando voy yo a misa…. Nos confiábamos nuestros amoríos, nuestros apurillos de dinero, nuestras ganancias al juego, nuestros sueños y nuestras esperanzas de los veinticinco años. Leyó afanosamente, y, por el contexto de la poesía, dedujo que el ángel vivía en la Tierra y habitaba una casa en la ciudad, cuyas señas daba minuciosamente el poeta, describiendo la reja de la ventana tapizada de jazmín, la tapia del jardín de donde se desbordaban las enredaderas y los rosales, y hasta el recodo de la calle, con la torre de la iglesia a la vuelta. Las tarjetas de matrimonio originales llamarán la atención de sus invitados desde el momento en que la reciban, pues sabrán que su celebración estará cargadita de detalles únicos y divertidos. En aquel punto mismo se levantó una mujer que permanecía acurrucada a los pies del lecho de la moribunda, y, sencillamente, presentando su brazo izquierdo desnudo, blanco, grueso, surcado de venas azules, exclamó: -Ahí tiene, señor…; ahí tiene… Sangre no me falta, y sana estoy como las propias manzanas en el árbol… Ahí tiene, y ojalá que la sangre de una pobre aldeana sirva para resucitar a la señora. Di un salto y lancé una interjección al ver que faltaba del diminuto cerco de brillantes una de las perlas rosa. ¡Que esa enteca razón os aproveche! La llamarada súbita que se alzó le chamuscó pestañas y cabellos. Y no es que aquel rostro sobrepujase en hermosura a los demás, sino que se diferenciaba de todos por la expresión y el carácter. Un día que la mamá había salido, según costumbre, en busca de sustento para su prole, el hijo se asomó al agujero, echando más de la mitad del tronco fuera. Después, entregóse a una faena extraña: abrió buen número de latas de petróleo y las inclinó para que el mineral corriese por el suelo; en seguida, ensopando una gran escoba en los charcos que se formaban, barnizó bien un punto determinado del techo, rociándolo de continuo con hisopazos fuertes. Yo aduciré ejemplos. el camino ni es largo ni difícil, y en cuatro meses y medio lo anduvo la Bicha…. -A fe que no lo sé, hijo -contestó la vieja-. Duraba aún el juego, cuando, por la tarde, regresó la ratona y vio de lejos la escena y a su hijo mano a mano con el monstruo. ¿Y no era aquel que iba detrás el señorito Currín? Así no se borraría de mis ojos ni un segundo su efigie: los cerraría mirándola, y volvería a abrirlos, viéndola no ya en pintura, sino en espíritu…. Cuando van a invitarse más miembros de la misma familia, como abuelos que viven con algún tío en la misma tarjeta pueden optar por marcarla como “Sr. El marido, con flema, se calzó, se limpió las manos y subió pisando recio. Las muerte de la gitanilla fue un negro misterio más de tantos como no desentraña la justicia nunca. Me parece que quien cometió esa acción villana no fue Ramiro Quesada, sino otra persona, un hombre distinto de mí, que se me entró en el cuerpo. Sus padres intentaron distraerla; la llevaron algún tiempo a Badajoz, le hicieron conocer jóvenes, asistir a bailes; tuvo adoradores, oyó lisonjas…; pero no mejoró de humor ni de salud. Si usted me pregunta cómo me explico suceso tan extraordinario, le diré que creo que esta señora, a quien después he procurado conocer (¡por la memoria de mi madre le juro a usted que antes, ni de vista!…), sufre alguna enfermedad moral…. Les compartimos algunas ideas. ¡Le podían tapar la boca a las primeras palabras! Lo cierto es que yo, cuando vi que por fin guardaba silencio María, cuando transcurrió un mes sin recibir recados ni epístolas delirantes y húmedas de lágrimas, me sentí tan bien, tan alegre, que me lancé al mundo con el ímpetu de un colegial en vacaciones, con ese deseo e instinto de renovación íntima que parece que da nuevo y grato sabor a la existencia. ¿Qué si he vuelto a ver a Lucila?… Una vez…. Apunten las que más les interese o que les inspire a crear las suyas propias. Así fue que tuvieron unas últimas horas edificantes, ejemplares, de un ardor místico sublime que hacía derramar lágrimas a los que rodeaban el lecho. Mi presencia y mi asiduidad eran un rasgo de galantería de incalculable precio, que halagaba la nunca extinguida vanidad sentimental de la mujer. Y estalló… ¿Por dónde creerá usted? -¡Naturalmente… Si no se apartó del niño! por desgracia… Mientras está soltero habrá tenido esos entretenimientos… Pero usted…. el orden de los nombres en las invitaciones de boda. Excuso decir que empezamos a mirar y a registrar por todas partes, recorriendo la alfombra, sacudiendo las cortinas, alzando los muebles, escudriñando hasta cajones que Lucila afirmaba no haber abierto desde un mes antes. En efecto, Germán continuaba con el firme propósito de casarse así que se lo permitiesen las circunstancias. Asustada de su propia indiscreta conducta, Marta no pudo conciliar el sueño en toda la noche, esperando con impaciencia que rayase el alba para que se ausentase el huésped. Porque la timidez es uno de los martirios ridículos; nos pone en berlina, nos amarra a banco duro. El lance pasó en M***, donde estaba de guarnición uno de los regimientos más lucidos del Ejército español, que por su arrojo y decisión en atacar había merecido el glorioso sobrenombre de el adelantado. Y, como yo recelase aún, molestado por el piquillo que en aquel momento no me era posible abonar, Gonzaga, con su simpática franqueza, abrió la cartera y me entregó varios billetes bromeando y jurando que si yo no admitiese tan pequeño servicio, en todos los días de su vida volvería a mirarme a la cara. Apenas me hube calado mis anteojos mágicos, miré ansiosamente a la primera mujer que pasaba, y ¡oh asombro!, la mujer no tenía corazón. Entre tanto, instalábase el panorama en la cámara de la Princesa, la cual, desde el mismo sillón donde yacía recostada sobre pilas de almohadones, podía recrearse en aquellas vistas que, según el viejo continuaba afirmando terminantemente, habían de sanarla. Por aquel entonces se anunció la boda de cierta opulenta señorita, y los padres convidaron a sus relaciones a examinar las «vistas» y ricos regalos que formaban la canastilla de la novia. Lo raro fue que, al decirle yo cómo había encontrado su corazón y lo conservaba a sus órdenes de si gustaba recogerlo, la mujer, indignada, juró y perjuró que no había perdido cosa alguna; que su corazón estaba donde solía y que lo sentía perfectamente pulsar, recibir y expeler la sangre. ¿Qué importaba el barro grosero en que se agitaba un corazón?» Y María, entregado ya completamente el albedrío a su enamorado misterioso, ansiaba contemplarle, comerle con los ojos, segura de que sería un dechado de perfecciones, el ser más bello de cuantos pisan la tierra. Era Currín un chico dulce de carácter, no muy travieso, aficionado a los dramas tristes, a las novelas de aventuras extraordinarias y a leer versos y aprendérselos de memoria. Currín llevaba duplicados de sellos para obsequiar a Finita. Sucedió lo contrario; en los interminables coloquios junto a la chimenea, en el diario tortoleo, el amante corazón de Elisa se dejó cautivar para siempre, y Adolfo aseguró la presa de la acaudalada muchacha. Aquí encontrarán desde las más sencilla como: ¡Gracias por su asistencia! Te aseguro que he visto a muchos que anduvieron locos y no pudieron conseguir ni una ojeada de Afra Reyes. Viva y traviesa (¡su manera de ser!) Así pasaron tres o cuatro inviernos; en Marineda empezó a susurrarse que Martina era delicada de gusto, que picaba alto y que encontrar su media naranja le sería difícil. Lucila se había puesto el vestido de seda gris, que le sentaba muy bien, y una rosa en el pecho -una rosa del mismo color de las perlas-. El protocolo para marcar los sobres de las invitaciones, Toda la inspiración y consejos para tu matrimonio, 2. Antes anduvo Vicente rabioso que gozoso; tragó la hiel cuando aún no gustara la miel, y nunca recibió el divino premio de los halagos de la amada sin que se lo amargasen con amargor de muerte negras sospechas, infames imaginaciones y desesperados recelos. En Andalucía en América: Arte y Patrimonio. Mas en esto aconteció que enfermaron los viejos, y con distancia de pocos días se los llevó el sepulcro: al padre, una fiebre reumática, y a la madre, un inveterado padecimiento del corazón. En la comarca no se hablaba sino de la princesa cautiva y de su rara beldad, y de lo muchísimo que se aburría entre las cuatro recias paredes de la torre, sin ver desde la ventana alma viviente, más que a los guardias inmóviles, semejantes a estatuas de hierro. Una sentencia que resume muy bien el estilo de humor que se baraja en todas las películas de Indiana Jones. Después de un viaje idealmente hermoso, llegaron a París los enamorados esposos en busca de alguna quietud, pues la reclamaba el estado interesante de María, expuesta a percances en fondas y trenes. Lo cierto es que Irene tenía eso que ahora llaman obsesión, y a todas horas veía «aparecerse» a Camargo, pálido, serio, el rizado pelo sombreando la pensativa frente… Los padres de Irene, al observar que su hija se moría minada por un padecimiento misterioso, decidieron llevarla a la corte, donde hay grandes médicos para consultar y también grandes distracciones. Dentro de diez años, si trata usted algunas mujeres, se habituará a no admirarse de casi nada. Donde usted la ve, los dos surcos de las mejillas que de cerca parecen canales, se los han abierto las lágrimas. Ni se me ocurrió chistar. Al otro día Currín escribió unos versos (poseo el original) en que decía a su tormento: Nace el amor de la nada; Con todas estas imaginaciones, el caso es que fui adelgazando de un modo notable, y lo observaron con gran inquietud mis padres y mi tía. La indignación de las comadres del barrio y de cuantos vieron el cadáver de una criatura preciosa de diecisiete años, tan alevosamente sacrificada, pesó sobre el Jurado; y como el asesino no se defendía y parecía medio estúpido, le condenaron a la última pena. y por mí que sea prontito… ¡Te quiero! La cinta es una de las comedias románticas más populares de la historia. El viento silbaba medroso y airado, la lluvia caía tenaz, ya en ráfagas, ya en fuertes chaparrones; y las dos o tres veces que Marta se había atrevido a acercarse a su ventana por ver si aplacaba la tempestad, la deslumbró la cárdena luz de un relámpago y la horrorizó el rimbombar del trueno, tan encima de su cabeza, que parecía echar abajo la casa. En los episodios vehementes, cuando los amantes se dicen ternezas al claror de la luna, las solteronas se deshacían. Se notaba que había debido de ser muy hermosa en sus juventudes, como se conoce que unos paredones derruidos fueron palacios espléndidos. Manifestando cordial sorpresa, Gonzaga se volvió y entró conmigo en la joyería, enterándose del asunto. Y como quien busca ave fénix o talismán poderoso, habían buscado ambos la encantada isla de sus ensueños: ella, entre los sosos incidentes del diario flirt; él entre los episodios no menos vulgares de la calvatronería orgiástica; hasta que una serie de decepciones tristes, cómicas o indignas, les arruinó la salud, dejando intacto el tesoro de ilusiones y aspiraciones nunca satisfechas, la sed de amar inextinta, más bien exacerbada por la calentura y la alta tensión nerviosa, fruto del padecimiento. -¡Pues no! «Eso lo hace por mí, por mi recuerdo», pensaba yo; y me consolaba al pensarlo. Sin embargo, a los diez minutos el humo era tal, que temeroso de ver abrirse las ventanas y oír voces de socorro, el mismo Ríopardo gritó.

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